Desde el punto de vista de la ingeniería y el mecanizado, la vida útil de la herramienta se ve significativamente afectada al procesar acero inoxidable debido a la combinación de las propiedades físicas inherentes del material y las severas cargas termomecánicas impuestas durante el corte. Los principales culpables son su alta tasa de endurecimiento por trabajo, baja conductividad térmica, alta tenacidad y la presencia de carburos abrasivos duros. Sin embargo, mediante un enfoque sistemático en la selección de herramientas, la geometría y los parámetros del proceso, es posible lograr mejoras sustanciales tanto en la vida útil de la herramienta como en la eficiencia del mecanizado.
El problema principal radica en la metalurgia de los aceros inoxidables. Su estructura austenítica, esencial para la resistencia a la corrosión, genera un efecto pronunciado de endurecimiento por trabajo. A medida que la herramienta corta el material, el esfuerzo localizado induce una transformación de fase que endurece la superficie delante y detrás del corte. Esta superficie endurecida continuamente desgasta agresivamente el flanco y la cara de ataque de la herramienta. Además, la conductividad térmica del acero inoxidable es aproximadamente un tercio de la del acero al carbono. Esta incapacidad para disipar el calor de manera eficiente provoca la concentración de temperaturas extremadamente altas (a menudo superiores a 1000 °C) en la interfaz herramienta-pieza, lo que acelera el desgaste térmico, la difusión y el desgaste en la entalladura.
Esto se agrava por la ductilidad y tenacidad del material, que conducen a la formación de virutas largas y continuas. Estas pueden soldarse al filo de corte (rebaba adherida), que eventualmente se desprende arrancando fragmentos del recubrimiento de la herramienta. En materiales como Acero Inoxidable SUS304 o SUS316, estos desafíos son cruciales. Al mecanizar materiales aún más duros como Inconel 718, estos efectos se amplifican, requiriendo estrategias aún más especializadas.
La primera línea de defensa es seleccionar un sustrato y un recubrimiento de herramienta capaces de resistir altas temperaturas y abrasión. Las herramientas sin recubrimiento o con recubrimientos estándar son inadecuadas. En su lugar, se deben usar sustratos de carburo de grano submicrónico o ultrafino con alta tenacidad a la fractura. Estos deben combinarse con recubrimientos avanzados de deposición física de vapor (PVD), como TiAlN (Nitruro de Titanio y Aluminio) o AlCrN (Nitruro de Aluminio y Cromo). Dichos recubrimientos proporcionan una barrera dura y térmicamente estable que reduce el desgaste abrasivo y refleja el calor hacia la viruta. Para aplicaciones severas, pueden considerarse herramientas de cerámica o CBN (Nitruro de Boro Cúbico), aunque requieren configuraciones extremadamente rígidas.
La geometría de la herramienta es crucial para minimizar las fuerzas de corte y gestionar eficazmente las virutas. Se recomienda encarecidamente un ángulo de ataque positivo para cortar el material limpiamente con menor esfuerzo, reduciendo el endurecimiento por trabajo. Un filo afilado y pulido es esencial, aunque para operaciones de desbaste pesado, un pequeño bisel o un ligero redondeo pueden prevenir microastillamientos. Es fundamental que la herramienta tenga canales pulidos y bien definidos en fresado o rompevirutas en torneado, para garantizar una viruta compacta y controlada que evacúe el calor de manera eficiente. Esto evita que las virutas se recorten o se adhieran a la herramienta, un modo de fallo muy común.
La selección de parámetros debe contrarrestar activamente las tendencias del material. Contrario a la intuición, trabajar a una velocidad demasiado baja puede ser más perjudicial que una alta, ya que promueve el endurecimiento por trabajo al mantener la herramienta demasiado tiempo en el corte. Es necesario mantener una velocidad superficial suficientemente alta para generar la energía térmica que permita un corte eficiente, aunque equilibrándola cuidadosamente para evitar exceso de calor.
El parámetro más crítico es la tasa de avance. Es imperativo mantener un avance por diente lo suficientemente alto como para cortar por debajo de la capa endurecida de la pasada anterior. “Mimar” la herramienta con un avance demasiado ligero garantiza un fallo rápido al cortar únicamente la capa endurecida. Un corte constante y firme es muy superior a uno intermitente o suave.
Dada la baja conductividad térmica, la eliminación efectiva del calor es innegociable. En la mayoría de las operaciones de fresado CNC y torneado CNC de acero inoxidable, se utiliza un sistema de refrigeración por inundación de alta presión y alto volumen como estándar. El refrigerante no solo reduce la temperatura, sino que también ayuda a evacuar las virutas. En grados especialmente duros o en operaciones de agujeros profundos como en el taladrado CNC, el uso de refrigerante interno (a través de la herramienta) es sumamente eficaz, ya que entrega lubricante directamente a la zona de corte y fragmenta las virutas en piezas manejables. En algunos casos, los aceites puros especializados o la lubricación de cantidad mínima (MQL) con aditivos EP (de presión extrema) pueden ofrecer una lubricación superior, reduciendo la fricción y la formación de rebabas adheridas.
Cualquier vibración o chatter acelera exponencialmente el fallo de la herramienta en acero inoxidable debido a su tendencia al endurecimiento por trabajo. Una máquina herramienta rígida, un sistema de sujeción sólido y portaherramientas cortos y robustos son fundamentales. Esto minimiza la deflexión, permite parámetros de mecanizado más agresivos y favorece un patrón de desgaste predecible y uniforme en lugar de un fallo catastrófico.